lunes, 29 de junio de 2009

Amor Cautivo capítulo I


-¡Maldito bastardo! Mira que tenerme encerrada en este cuarto, ¡que derecho tiene!-
Florencia vio el reflejo que le devolvía el espejo, estaba demacrada, sus ojos hinchados por el llanto de dolor y rabia que se originaba en su corazón, no podía creer que había entregado su corazón y su cuerpo a un bárbaro, que solo satisfacía sus deseos de transacción y ¡sus padres! como era posible que le hicieran eso.
-¡soy su hija!-
Florencia aventó el florero que estaba en la mesilla de a lado al espejo mientras se dejaba caer de rodillas y sollozaba su desgracia.
Como pudo ser tan ingenua, ella la creyente fiel de príncipes andantes de armadura de hierro ensillado en su caballo blanco, todas esas historias que contaban los trovadores en sus lauds, todas esas historias de amor, desamor, a veces hasta un toque de lujuria entre lores ponían en las letras de sus melodías.
Florencia recordaba con gran tristeza como salía siempre a escucharlos con gran ánimo imaginándose con gran ánimo a su amor del alma.
Así fue como conoció al marques Federico Fritzenwalden, ella había salido de su casa como todas las tardes, se detuvo en el pozo cerca de la plazoleta de San Francisco, se sentó cerca del árbol de manzano, mientras escuchaba las líricas canciones, de pronto sintió la mirada penetrante de alguien a su lado, temerosa de saber de quien se trataba volteo despacio y ahí estaba, el aliento casi se le acaba al contemplarlo era tan hermoso, tan caballeresco, era el hombre con quién había soñado, era su otra mitad, era su amor verdadero, ¡ella lo sabía!, solo con mirarlo lo sabía… ella quedaría prenda a él eternamente.

Federico caminaba de arriba abajo, se suponía que Florencia no tenía que enterarse de los asuntos que hizo con su familia, pero siempre era tan entrometida, ¡no podía tan siquiera ser una mujer normal!, con una mueca Federico volvió agarrar la copa y dio un sorbo grande, ¡Florencia una mujer normal! Se decía para sus adentros, ella siempre había sido impulsiva, apasionada, fuerte, esos tres atributos eran lo que mas le gustaban de su esposa aparte de su cuerpo perfecto, el no negaba que al conocerla la quería en su cama, pero después de cinco minutos con ella la quería en su vida para siempre, por eso hizo ese trato, pero ahora ella no quería escucharlo, por eso tuvo que encerrarla con el temperamento que tenía podría fácilmente irse de la comarca, y él no sabría que haría sin ella y sin su hijo nonato.
Un estallido que venia del cuarto de Florencia lo sacó de sus pensamientos, salio corriendo a la parte superior de los cuartos, para ver que diablos había hecho su mujer, María una de las doncellas Florencia también subió corriendo detrás de Federico, para ayudar, si es que su señora dejaba.
Abriendo la puerta, la escena que estaba delante de Fede le partía el corazón, su mujer estaba recostada en el suelo hecha ovillo llorando, mientras el espejo y lo que el imaginaba que era un florero estaban rotos. Cautelosamente se acercó a ella, tenía que ver si estaba herida.
-¡No me toques!-
Florencia apretaba los dientes, mientras lentamente se levantaba del suelo.
-Florencia, amor…dejame ver-
-dije que no me tocase Señor-
-¿Señor?-
-La persona que compra a otro ser humano como si fuera un objeto para su posesión se les llama Señores, Marques- Florencia volteó la cara para ver a su marido, sus ojos denotaban todas las emociones –Así que Señor, usted me compró, estoy a vuestras ordenes-

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